Dolor y belleza mientres feia la verema en unas feixes de un buen compañero que propuso a unos cuantos ir por la mañana a coger las uvas, almorzar juntos en medio de los cajones repletos y participar de la molienda. Fantástico.
Mi imagen de la viña son campos extensos, extensísimos. Como una lacia cabellera de surcos casi al infinito, con el solo límite de la Cordillera de los Andes al fondo, como si estuviera allí al alcance de mis manos -¡pero a kilómetros interminables de mula o de todoterreno!.No obstante, el olor y la felicidad que me produjo esta jornada en la mini-viña de Sant Benet todavía me toca y me hiere.
Quedó para mi diálogo interior la inmensidad de las viñas de Mendoza (estos argentinos, siempre tan exageraos jajaja) y también el recuerdo de mi amigo-esposo Daniel, quien eligió quedarse para siempre entre viñedos y fondo de Cordillera y que -siempre tan recalcitrantemente antieuropeo- hubiera dicho que era una viña "de mentira" jajajajajaaaaa. También decía que La Mola era como un pastelito de cumpleaños ¡y es una de las montañas que más quiero y a la que me siento más unida!
¡Cuántas vidas caben en una vida! Mi intensa felicidad de ayer entre niños, perros y raïms y el acostumbrado dolor ante lo que no tiene remedio. Me inclino, miro, corto, pongo en el cajón, busco, cojo, sostengo, corto, pongo en el cajón. Y así juntamos uva hasta llenar unos 2500 litros en unos bidones de aluminio. ¡Cuánta abundancia! ¡Qué despliegue! ¡Y qué vinachos estupendos de la cosecha pasada que degusté entre risas y bromas!
El vino y las risas me devolvieron al paisaje real, la presencia sobre las ausencias. Comencé a descender al Bages, a que mañana miércoles empieza la GES a l'IOC, a que estoy preparando una actividad sobre Crónica de una muerte anunciada para ellos (los todavía desconocidos) y justo justo justo, encuentro esta cita de Gabriel García Márquez, sobre las inmensidades americanas.
Un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura, es el de la insuficiencia de palabras. Cuando nosotros hablamos de un río, lo más lejos que puede llegar un lector europeo es a imaginarse algo tan grande como el Danubio, que tiene 2,790 km. Es difícil que se imagine si no se le describe, la realidad del Amazonas, que tiene 5,500 km. de longitud. Frente a Belén del Pará no se alcanza a ver la otra orilla, y es más ancho que el mar Báltico. Cuando nosotros escribimos la palabra tempestad, los europeos piensan en relámpagos y truenos, pero no es fácil que estén concibiendo el mismo fenómeno que nosotros queremos representar. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la palabra lluvia. En la cordillera de los Andes, según la descripción que hizo para los franceses otro francés llamado Javier Marimier, hay tempestades que pueden durar hasta cinco meses. "Quienes no hayan visto esas tormentas –dice– no podrán formarse una idea de la violencia con que se desarrollan. Durante horas enteras los relámpagos se suceden rápidamente a manera de cascadas de sangre y la atmósfera tiembla bajo la sacudida continua de los truenos, cuyos estampidos repercuten en la inmensidad de la montaña". La descripción está muy lejos de ser una obra maestra, pero bastaría para estremecer de horror al europeo menos crédulo.
Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe, Gabriel García Márquez
¡Dios mío, todo un día sin pensar en Second Life! (esto es grave... jeje)
1 comentari:
Qué hermoso post!!! Gracias por tan hermosas palabras....
En cuanto a tu "UN día sin second life"... con mucho esfuerzo estoy logrando no entrar nunca, porque así como me costó dejar de fumar, y me costó un esfuerzo importante dejar algún videojuego como el Civilization en los 90, temo abandonar a mis hijos si entro en ese otro mundo..... me conformo con disfrutarlo leyendo tu blog :)
Publica un comentari a l'entrada