¿Cómo empezar? ¿Qué metodología utilizar? ¿Cómo organizar el espacio? ¿aula de informática u ordenador en el aula? ¿siempre con el ordenador? ¿Y en casa? ¿Cómo aprovechar lo que ya saben? ¿Y el tiempo? ¿Qué conocimientos tienen que tener los profesores? ¿Y el currículum? ¿Cómo evaluar?
Para empezar tenemos un alud de interrogantes que tienen que ver con dar un salto pendiente: incorporarse a la sociedad de las tecnologías de la información y la comunicación desde la escuela, el aula, nuestra área (que no es lo mismo que incorporar las TiC en el aula, que es otra cosa).
Desde muchos ámbitos se intenta llevar al profesorado no experto recursos tecnológicos que lo motiven y puedan dar el puntapié inicial para un uso sistemático, relevante e inteligente de las TiC sin la presión del vértigo de tener que aprender rápido algo que cambia todo el tiempo.
Un buen ejemplo es la comunidad de la pizarra digital. Con una buena mediación, la pizarra digital deviene un recurso fácil, inspirador y cuyo uso propone cambios metodológicos.
Asimismo, la difusión de nuevas estrategias metodológicas basadas en la orientación del aprendizaje -como las webquest- llevan a cuestionar seriamente la función del libro de texto, tal como lo conocemos hoy en día.
Y ahora otro gran salto: pasar de los programas propietarios a los programas libres.
Con la presencia de los ordenadores en las escuelas también se hace omnipresente un entorno operativo propietario que poco a poco se nos hace familiar. ¿Quién no conoce el escritorio Windows, sus carpetas amarillas, su papelera de reciclaje? ¿Y el Word? ¿Y el Power Point? La práctica monopolista de Microsoft ha hecho que nuestros conocimientos informáticos se confundan con la familiaridad con un sistema operativo del que cuesta desprenderse ¡una vez que habíamos aprendido algo!.
Como educadores, no podemos desconocer los aspectos de mercado que subyacen en la tecnología (y en tantos otros ámbitos sociales). Muchos de nosotros trabajamos transversalmente la educación para el consumo...). La responsabilidad ética que ha de tener la administración pública en la elección de sus herramientas es grande.
El soft -los programas informáticos- desde el sistema operativo hasta el más sencillo procesador de texto tienen un propietario y una licencia. ¿Es esta la única manera de poseer estas herramientas básicas? ¿Siempre dependeremos de la posesión de una licencia o de una copia pirata con un número de serie garabateado con rotulador indeleble en un CD? Pues no.
¿Existen otras alternativas? Pues sí.
El profesorado debe poseer competencias TiC básicas y conocer los entresijos éticos -la filosofía- que envuelve el programario libre. Que no es otra que utilizar herramientas creadas colectivamente, a disposición de todos, con la misma eficacia técnica. Los programas libres están construidos conjuntamente en una gran metáfora del conocimiento libre. Es un movimiento social de inteligencia colectiva que represnta una alternativa a la sociedad meramente informativa.
¿Y dónde están los programas libres? ¿Cómo son? ¿Qué aspecto tienen? ¿Dónde los encuentro? ¿Tengo que aprender todo de nuevo? Pues no.
El paquete Open Office es una alternativa libre (y gratuita y multilingüe) al paquete Microsoft Office. Hace lo mismo y es de lectura compatible con ambos programas. El Irfanview no tiene nada que envidiarle al PaintShop (y es compatible con Windows). El Audacity procesa el sonido como cualquier utilidad Windows (o mejor).
¿Y tengo que pasarme a Linux necesariamente para utilizar programas libres?Pues no. La gran mayoría de ellos son compatibles con cualquier distribución Linux o con Windows. Y hablando de Linux ¿Qué me impide pedir SO Linux en lugar de SO Windows cuando compro un ordenador? Nadie.
¿Y si no lo sé usar? Todo es cuestión de familiarizarse... familiarizarse con la herramienta, no con la empresa que la vende.
Eduquémonos para el consumo, no sólo en el café o en las zapatillas Nike.
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